https://www.youtube.com/watch?v=6xdlabCJjuA]

Cientos de niños ya están viviendo un futuro mejor en Israel gracias a nuestros proyectos y a la bondad de nuestros colaboradores. Estas son solo algunas de las muchas historias conmovedoras (los nombres han sido alterados para proteger la privacidad de sus protagonistas).

Rachel

Hace tres años, cuando Rachel contaba con solo 8 primaveras, su padre la llevó una noche a dar un breve paseo en coche. Cuando estaban aproximándose a las afueras de Silo, los envolvió un estallido de oscuridad.

Una ráfaga de balas de terroristas musulmanes atravesó su coche. El padre de Rachel se desplomó en su asiento. Ella gritó. Pero los gritos de esta preciosa niña fueron acallados en seco en el instante en que una bala impactó en su cabeza. En cuestión de segundos todo volvió a quedar en silencio.

El padre de Rachel murió aquella noche. Ella sobrevivió, pero su vida quedó destrozada. Su cuerpo sanó tras una serie de operaciones, pero el trauma de aquella noche seguía acosando su mente. Una angustia incontenible aplastaba su espíritu. El miedo apenas la dejaba dormir, y cuando por fin conseguía conciliar el sueño, se despertaba entre gritos y sollozos hasta que su madre venía a su lado.

Pero, gracias a nuestros programas recreativos, educativos y terapéuticos, Rachel vuelve a sonreír y su maltrecho espíritu se cura día a día. Poco a poco va recuperando la infancia que le arrebataron aquella terrible noche hace tres años. Como dice su madre, “estamos empezando a ver la luz al final del túnel”.

Aaron

Un terrorista arruinó la joven vida de Aaron cuando solo tenía cinco años. Aquel día, su hermano mayor pasaba el rato con unos amigos junto a su colegio, al norte de Silo. De la nada surgió una racha de disparos que segó la vida de tres de aquellos chicos, entre ellos, el hermano de Aaron.

Incluso a pesar de que Aaron no estuvo presente para verlo, su vida cambió dramáticamente aquel día. Estaba totalmente destrozado. Fue entonces cuando este niño de maneras tranquilas empezó a tener ataques de ira con sus padres y sus amigos, así como serios problemas de concentración en el colegio.

Los padres de Aaron nos lo trajeron. Paulatinamente, día a día, Aaron empezó a volver a ser el que era, a pesar de que sus heridas eran profundas. Han disminuido sus ataques de ira, y vuelve a ser capaz de concentrarse en el colegio.

“Perdí a mi hijo”, dice la madre de Aaron, “pero vosotros habéis salvado a su hermano”.

Danny

Danny, con su melena rubia cayendo sobre sus ojos azul claro, acariciaba con suavidad el plumaje blanco del pajarillo que sostenía entre sus manos. Podía sentir el latido de su corazón a través de las plumas de su pecho mientras arrullaba a la diminuta criatura, comunicándose con su propio corazón de formas con las que era incapaz de hacerlo con la gente.

Danny tiene casi once años, pero es tan pequeño que podría pasar sin problemas por un niño de ocho años o menos. No habla mucho y se comunica muy poco. Danny ha sufrido más de lo que ningún niño de su edad debería sufrir.

Tiene, o más bien tenía, un hermano mayor, Shmuel, al que quería con toda su alma. Le admiraba en todos los sentidos y Shmuel era su héroe.

Una tarde de junio, Shmuel esperaba junto a una parada de autobús para volver a su casa en Silo. Mientras charlaba con un hombre que esperaba con él, un terrorista suicida salió de un coche al otro lado de la calle. Con ojos enloquecidos, corrió hacia la abarrotada parada de autobús, apartando de su camino al policía que trató de detenerlo. En cuestión de segundos se voló por los aires. Shmuel murió en el acto.

Desde que Danny supo de la muerte de su hermano vive refugiado en su propio mundo interior. El dolor y la pena fueron devastadores. Danny pasaba el tiempo sentado en silencio, solo.

Hasta que el zoo interactivo de Shiloh Israel Children’s Fund llegó a su vida.

Desde el momento en que Danny empezó a acariciar y coger en sus brazos a los animales, parte del dolor que se alojaba en su interior comenzó a desvanecerse. Mientras que antes pasaba horas sentado en soledad, ahora venía cada mañana a nuestro zoo interactivo a las 7:30, el primero de la zona. Aquí, pasaba las horas jugando con conejos, pájaros y otros animales, dejando que su contacto relajara su cuerpo y abriendo sus emociones a estas criaturas.

El zoo interactivo ha cambiado la vida de Danny. Sigue echando de menos a su hermano, claro, y nada podrá cambiar ese hecho. Pero a través de los animales y de las habilidades del monitor que trabaja con él, Danny ha encontrado una forma de liberar parte de su angustia y de hacer las paces con el horror que antes le atenazaba en todo momento, y así, ahora mira de frente un futuro mejor.